La cuestión de hoy es acerca de si los modernos ingenios y la tecnología disponible nos permiten disponer de más tiempo y por ende ser más libres, o si paradójicamente nos quitan tiempo y libertad y esta podría ser una cuestión adicional para reflexionar. Sin tiempo, ¿para que sirve la libertad ? O, sin libertad ¿para qué sirve el tiempo?.
Vayamos en orden para no hacer un “emboyeré” como dicen los guaraníes. Los nuevos ingenios son tantos que nos limitaremos a los más comunes. Los electrodomésticos son casi infinitos, hay para cualquier cosa y todos los gustos y reducen espectacularmente los tiempos; sean lavarropas, lavavajillas, microondas, etc. Quien los posee no para da hablar maravillas de ellos y del tiempo que ahorran, no obstante sigo escuchando a esas mismas personas la antigua muletilla: “no tengo un minuto, no me alcanzó el tiempo”. ¿Cómo es entonces la cuestión?. Habrá hoy más trabajo que estos aparatos con toda su tecnología no alcanzan a superar.
No conozco una sola ama de casa dotada de todo el arsenal tecnológico de electrodomésticos, que disponga de un minuto más de tiempo que antes y eso que ya casi no se cocina, se compra hecho o se descongela, un golpe de microondas y a la mesa.
Pasemos a las comunicaciones.
Nunca en la historia hubo tanta información disponible como hoy a través de Internet, creo que el problema es el exceso y no la falta de información, lo que lleva a otra paradoja de hoy, en que se tiende a especializar y compartimentar la instrucción, cuando precisamente el exceso de información de sospechosa veracidad requeriría una instrucción más universal y general al viejo estilo. Sigue siendo en la práctica más importante que saber, tener el teléfono del que sabe. Internet es fantástico a condición que se sepa donde buscar y que buscar. Y se tenga la cultura o conocimientos universales suficientes para distinguir lo serio de la basura. He comprobado reiteradamente las graves intoxicaciones culturales que produce el atosigarse de información, sin tiempo ni conocimiento para procesarla.
Con este cúmulo de información esta pasando lo que pasó con la prensa gráfica, la radio y la TV. El solo hecho de aparecer en estos medios le daba a la información el sello de absoluta legitimidad.
Y en el terreno de las comunicaciones tenemos al verdadero rey de la perdida de tiempo; El teléfono. Fijo o celular, este peor que el otro. Paradójicamente también su objeto fue acortar tiempos y el resultado es siempre el inverso. Las comprobaciones son infinitas y resisten todas las objeciones puntuales que se puedan hacer. Reconozco que en esta época todos quieren todo ya. No es acaso eso otro signo de la falta general de tiempo. ¿Cuántas horas se pierden en los estudios, consultorios y oficinas atendiendo llamados?, se podrá argumentar que el tiempo que pierde uno lo gana otro que resuelve su problema con un llamado, si fuera así es una ecuación que queda en 0 uno pierde otro gana y en la práctica no es cierto, quien se confía de una información telefónica corre serio riesgo no solo de haber perdido el tiempo de un llamado sino el tiempo de hacer algo que no corresponde, o dónde no se debe hacer. Admito que soy un formal enemigo del teléfono, me gusta ver la cara de la persona con la que hablo. Creo que de cada tres minuto de comunicación no se utilizan más de 10 segundos en transmitir el mensaje que lo motivó. Parece ser una regla general utilizar el teléfono en reemplazo del encuentro o la “visita” a otra persona, amigo o pariente. Lo que vuelve a llevarnos al mismo punto, ¿por qué?. Porque no hay tiempo para aquellos hábitos o costumbres. Del celular ni hablar, lo pilla manejando y hasta en el baño. No existe el recurso de escaparse salvo que lo apague. La privacidad y la libertad, fueron. ¿Será esa la razón, por la que los usuarios de celulares siempre tienen problemas de baterías o están en lugares sin señal?. Contéstese una sola pregunta, ¿cuanto más tiempo dispone hoy para usted o para los suyos?. ¿Se siente más libre?.¿Recuerda el manual de uso de estas Reflexiones? Sirven para ventilarse la cabeza, para pensar y ejercitar las neuronas, para proponerlas en una reunión de amigos y sentarse a escuchar o para lo que se le ocurra.
Vayamos en orden para no hacer un “emboyeré” como dicen los guaraníes. Los nuevos ingenios son tantos que nos limitaremos a los más comunes. Los electrodomésticos son casi infinitos, hay para cualquier cosa y todos los gustos y reducen espectacularmente los tiempos; sean lavarropas, lavavajillas, microondas, etc. Quien los posee no para da hablar maravillas de ellos y del tiempo que ahorran, no obstante sigo escuchando a esas mismas personas la antigua muletilla: “no tengo un minuto, no me alcanzó el tiempo”. ¿Cómo es entonces la cuestión?. Habrá hoy más trabajo que estos aparatos con toda su tecnología no alcanzan a superar.
No conozco una sola ama de casa dotada de todo el arsenal tecnológico de electrodomésticos, que disponga de un minuto más de tiempo que antes y eso que ya casi no se cocina, se compra hecho o se descongela, un golpe de microondas y a la mesa.
Pasemos a las comunicaciones.
Nunca en la historia hubo tanta información disponible como hoy a través de Internet, creo que el problema es el exceso y no la falta de información, lo que lleva a otra paradoja de hoy, en que se tiende a especializar y compartimentar la instrucción, cuando precisamente el exceso de información de sospechosa veracidad requeriría una instrucción más universal y general al viejo estilo. Sigue siendo en la práctica más importante que saber, tener el teléfono del que sabe. Internet es fantástico a condición que se sepa donde buscar y que buscar. Y se tenga la cultura o conocimientos universales suficientes para distinguir lo serio de la basura. He comprobado reiteradamente las graves intoxicaciones culturales que produce el atosigarse de información, sin tiempo ni conocimiento para procesarla.
Con este cúmulo de información esta pasando lo que pasó con la prensa gráfica, la radio y la TV. El solo hecho de aparecer en estos medios le daba a la información el sello de absoluta legitimidad.
Y en el terreno de las comunicaciones tenemos al verdadero rey de la perdida de tiempo; El teléfono. Fijo o celular, este peor que el otro. Paradójicamente también su objeto fue acortar tiempos y el resultado es siempre el inverso. Las comprobaciones son infinitas y resisten todas las objeciones puntuales que se puedan hacer. Reconozco que en esta época todos quieren todo ya. No es acaso eso otro signo de la falta general de tiempo. ¿Cuántas horas se pierden en los estudios, consultorios y oficinas atendiendo llamados?, se podrá argumentar que el tiempo que pierde uno lo gana otro que resuelve su problema con un llamado, si fuera así es una ecuación que queda en 0 uno pierde otro gana y en la práctica no es cierto, quien se confía de una información telefónica corre serio riesgo no solo de haber perdido el tiempo de un llamado sino el tiempo de hacer algo que no corresponde, o dónde no se debe hacer. Admito que soy un formal enemigo del teléfono, me gusta ver la cara de la persona con la que hablo. Creo que de cada tres minuto de comunicación no se utilizan más de 10 segundos en transmitir el mensaje que lo motivó. Parece ser una regla general utilizar el teléfono en reemplazo del encuentro o la “visita” a otra persona, amigo o pariente. Lo que vuelve a llevarnos al mismo punto, ¿por qué?. Porque no hay tiempo para aquellos hábitos o costumbres. Del celular ni hablar, lo pilla manejando y hasta en el baño. No existe el recurso de escaparse salvo que lo apague. La privacidad y la libertad, fueron. ¿Será esa la razón, por la que los usuarios de celulares siempre tienen problemas de baterías o están en lugares sin señal?. Contéstese una sola pregunta, ¿cuanto más tiempo dispone hoy para usted o para los suyos?. ¿Se siente más libre?.¿Recuerda el manual de uso de estas Reflexiones? Sirven para ventilarse la cabeza, para pensar y ejercitar las neuronas, para proponerlas en una reunión de amigos y sentarse a escuchar o para lo que se le ocurra.
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