Parece que no, pero es así. Hoy tengo tiempo y libertad, lo que es decir que tengo todo, y estoy paralizado no puedo pensar, decir ni escribir que es mi forma de hablar y seguir siendo dueño de mis silencios, al menos hasta que vean la luz.
No me faltan ni temas ni ideas, forman una larga fila.
Repaso la fila, cada proyecto o idea hecha humo ¿será prudencia, a la que no estoy muy habituado? En los seis días de esta semana le puse el punto final a ocho artículos, más que el punto final los fusilé sin releerlos. Sé que en esos casos se trató de un supremo acto de prudencia y no me arrepiento. Repensando, quizás en estos días viví otra realidad, una que ya fue y me está pesando.
Acabo de terminar un libro de esos que hay pocos, si al leerlo uno es capaz de ponerle imagen sensibilidad y sonido. No esperar ni adivinar el final, vivirlo con todos los sentidos paso a paso. Y lo comparto con una condición, que al leerlo lo viva, lo vea, lo huela y lo escuche. Pueda ver el mar, los senderos y puertos de montaña de los Apeninos y los Alpes, aunque como yo no los haya visto nunca y se sumerja dentro, con sentimientos y emociones. Y sobre todo no le haga asco a la sangre, porque hay mucha. Chorrea sangre porque entre líneas esta pleno de vida. Es el primero que leo de este autor que se llama Valerio Massimo Manfredi, su título: “La última Legión”, su género lo definiría como novela histórica con prodigiosas volteretas de filosofía de la historia y de leyenda, ambientada allá por el 496 DC, el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media. Dirían los que le ponen hitos al tiempo, como si el hoy fuera distinto del ayer y no su continuidad y consecuencia. El fin del Imperio Romano de Occidente y de su último Emperador Rómulo Augusto.
Como éste, un tiempo bisagra y como todos, que no se cierra ni se abre de golpe, permanece años o siglos medio abierto medio cerrado, conviviendo lo que fue y lo que va a ser. Con un hoy que no es una coma entre el ayer y el mañana, es la conservación del sólido cimiento de lo que se va y el basamento de lo que va a ser. Es la visión real de los minutos horas y días en que todo sigue siendo igual a lo que es todos los días, y comienza a ser el mundo del mañana.
Casi un monumento a los pequeños gestos y decisiones que acaban en Pirámides casi eternas.
Es la vívida descripción de la vida cotidiana de aquellos que sin tener conciencia del momento de la historia, atesoraron en su mente y su corazón todos los valores acumulados desde el origen de las civilizaciones.
Es la casi absurda pelea por conservar lo que ya no tenía contenido y era un descarnado esqueleto y los que admirándolo, arrasaron no lo que estaba en pie, sino lo que ya había caído y estaba desolado. Se preguntará ¿que tiene de bueno? Para mi, ganarle al tiempo. Vivir otra vida que se fue y que sin embargo con otras formas y ropajes vuelve. Aceptar que este mundo por muy malo que sea, es el nuestro y por serlo estamos preparados para vivirlo. Que el secreto no es cambiarlo, y que con poder mantener nuestra casa ya podemos darnos por bien servidos, sino vivirlo como somos, porque es nuestro. Hacer todo por ponerle nuestro sello, y que no pase con marca ajena.
Aquel otro, no tengo duda que nos hubiera pasado por encima sin darnos ninguna oportunidad. Comprender que si ellos pudieron fue porque no miraron el abismo que había por delante, solo miraron lo que tenían atrás y adentro y con esa fuerza y esa fe, siguieron. Como dice en un párrafo: “viviendo si es necesario como bárbaros, para seguir siendo Romanos”.
No me faltan ni temas ni ideas, forman una larga fila.
Repaso la fila, cada proyecto o idea hecha humo ¿será prudencia, a la que no estoy muy habituado? En los seis días de esta semana le puse el punto final a ocho artículos, más que el punto final los fusilé sin releerlos. Sé que en esos casos se trató de un supremo acto de prudencia y no me arrepiento. Repensando, quizás en estos días viví otra realidad, una que ya fue y me está pesando.
Acabo de terminar un libro de esos que hay pocos, si al leerlo uno es capaz de ponerle imagen sensibilidad y sonido. No esperar ni adivinar el final, vivirlo con todos los sentidos paso a paso. Y lo comparto con una condición, que al leerlo lo viva, lo vea, lo huela y lo escuche. Pueda ver el mar, los senderos y puertos de montaña de los Apeninos y los Alpes, aunque como yo no los haya visto nunca y se sumerja dentro, con sentimientos y emociones. Y sobre todo no le haga asco a la sangre, porque hay mucha. Chorrea sangre porque entre líneas esta pleno de vida. Es el primero que leo de este autor que se llama Valerio Massimo Manfredi, su título: “La última Legión”, su género lo definiría como novela histórica con prodigiosas volteretas de filosofía de la historia y de leyenda, ambientada allá por el 496 DC, el fin de la antigüedad y el inicio de la edad media. Dirían los que le ponen hitos al tiempo, como si el hoy fuera distinto del ayer y no su continuidad y consecuencia. El fin del Imperio Romano de Occidente y de su último Emperador Rómulo Augusto.
Como éste, un tiempo bisagra y como todos, que no se cierra ni se abre de golpe, permanece años o siglos medio abierto medio cerrado, conviviendo lo que fue y lo que va a ser. Con un hoy que no es una coma entre el ayer y el mañana, es la conservación del sólido cimiento de lo que se va y el basamento de lo que va a ser. Es la visión real de los minutos horas y días en que todo sigue siendo igual a lo que es todos los días, y comienza a ser el mundo del mañana.
Casi un monumento a los pequeños gestos y decisiones que acaban en Pirámides casi eternas.
Es la vívida descripción de la vida cotidiana de aquellos que sin tener conciencia del momento de la historia, atesoraron en su mente y su corazón todos los valores acumulados desde el origen de las civilizaciones.
Es la casi absurda pelea por conservar lo que ya no tenía contenido y era un descarnado esqueleto y los que admirándolo, arrasaron no lo que estaba en pie, sino lo que ya había caído y estaba desolado. Se preguntará ¿que tiene de bueno? Para mi, ganarle al tiempo. Vivir otra vida que se fue y que sin embargo con otras formas y ropajes vuelve. Aceptar que este mundo por muy malo que sea, es el nuestro y por serlo estamos preparados para vivirlo. Que el secreto no es cambiarlo, y que con poder mantener nuestra casa ya podemos darnos por bien servidos, sino vivirlo como somos, porque es nuestro. Hacer todo por ponerle nuestro sello, y que no pase con marca ajena.
Aquel otro, no tengo duda que nos hubiera pasado por encima sin darnos ninguna oportunidad. Comprender que si ellos pudieron fue porque no miraron el abismo que había por delante, solo miraron lo que tenían atrás y adentro y con esa fuerza y esa fe, siguieron. Como dice en un párrafo: “viviendo si es necesario como bárbaros, para seguir siendo Romanos”.
1 comentario:
Brillante!
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