Hace pocos días escribí sobre los 17 millones de teléfonos celulares (1 cada 2 habitantes) en argentina, y el prácticamente colapso permanente del sistema por la imposibilidad que las instalaciones fijas procesen las operaciones, como ocurrió el “día del Amigo”. Las quejas de usuarios por falta de señal y mensajes que no llegan ya son siderales, paradójicamente es la comunicación que incomunica. Hoy (14/8) es el “día del niño”, colapsaron las autorizaciones para compras con tarjeta de crédito, simultáneamente otro “feriado largo” sin pasajes ni hoteles en todo el país. ¿Argentina está en crisis?
La respuesta es si, y el consumismo desaforado es su más cabal expresión.
Cada uno dentro suyo siente y está seguro que esto así no va más, que el futuro es más negro que la noche, y de allí: el gastemos hoy todo lo que se pueda. La crisis no es económica es moral, falta de fe y esperanza.
Los torpes que reducen todo a números, indicadores, y encuestas porque son tangibles y carecen de capacidad de razonar, darán mil explicaciones medulosas, que comprueban y demuestran con sus numeritos. La verdad va por otro lado. Si sus números fueran tan exactos como las matemáticas no existirían crisis económicas y cada problema tendría una sola y exacta solución. Este fenómeno es similar a las conocidas “explosiones de natalidad” que siguen a todas las graves crisis. Los americanos que investigan todo, lo documentaron prolijamente después de cada gran episodio de inseguridad general, como fueron en su tiempo los apagones de Nueva York. El hombre fue, es y será siempre el mismo en sus instintos primarios, por mucho barniz de civilización y cultura que se ponga. Hoy, hace lo que sabe o presiente que no podrá hacer mañana.
Hay otro dato para la fiebre viajera, somos como todo mamífero superior territoriales, es una necesidad del instinto de conservación de la vida y la especie.
El moderno “homus urbanus” ha perdido su espacio mínimo vital, hasta las familias se molestan. Recuerdo de mis tiempos de guardia el aluvión de conflictos domésticos de los sábados, domingos y feriados, todos contra todos, dentro de la misma casa. Quizás esta sea la respuesta: salgamos o nos matamos.
Estos fenómenos sociales nunca pueden simplificarse en una sola causa, por lo regular hay un entramado de razones, algunas más prevalentes o que actúan como disparadores.
El que compra o consume lo hace no tanto porque lo precise como por la necesidad de darse, de dar o de mostrar.
Darse las satisfacciones que no recibe, dar a demanda de una conciencia que le reclama por todo aquello, tiempo, sentimientos que no da a quien debe, una forma de anestesiar y engañar a la propia conciencia. O de mostrar todo lo que uno puede porque tiene.
En síntesis todas formas de enmascarar la verdad, hasta creo que ya nadie se soporta a si mismo, por eso tanto ruido, auriculares permanentes con ruido estruendoso que llaman música. No se ve que tenga remedio, sobre todo porque se esconde el problema.
Funciona casi como una droga ¿Qué pasará si se produce una crisis de abstinencia?
La respuesta es si, y el consumismo desaforado es su más cabal expresión.
Cada uno dentro suyo siente y está seguro que esto así no va más, que el futuro es más negro que la noche, y de allí: el gastemos hoy todo lo que se pueda. La crisis no es económica es moral, falta de fe y esperanza.
Los torpes que reducen todo a números, indicadores, y encuestas porque son tangibles y carecen de capacidad de razonar, darán mil explicaciones medulosas, que comprueban y demuestran con sus numeritos. La verdad va por otro lado. Si sus números fueran tan exactos como las matemáticas no existirían crisis económicas y cada problema tendría una sola y exacta solución. Este fenómeno es similar a las conocidas “explosiones de natalidad” que siguen a todas las graves crisis. Los americanos que investigan todo, lo documentaron prolijamente después de cada gran episodio de inseguridad general, como fueron en su tiempo los apagones de Nueva York. El hombre fue, es y será siempre el mismo en sus instintos primarios, por mucho barniz de civilización y cultura que se ponga. Hoy, hace lo que sabe o presiente que no podrá hacer mañana.
Hay otro dato para la fiebre viajera, somos como todo mamífero superior territoriales, es una necesidad del instinto de conservación de la vida y la especie.
El moderno “homus urbanus” ha perdido su espacio mínimo vital, hasta las familias se molestan. Recuerdo de mis tiempos de guardia el aluvión de conflictos domésticos de los sábados, domingos y feriados, todos contra todos, dentro de la misma casa. Quizás esta sea la respuesta: salgamos o nos matamos.
Estos fenómenos sociales nunca pueden simplificarse en una sola causa, por lo regular hay un entramado de razones, algunas más prevalentes o que actúan como disparadores.
El que compra o consume lo hace no tanto porque lo precise como por la necesidad de darse, de dar o de mostrar.
Darse las satisfacciones que no recibe, dar a demanda de una conciencia que le reclama por todo aquello, tiempo, sentimientos que no da a quien debe, una forma de anestesiar y engañar a la propia conciencia. O de mostrar todo lo que uno puede porque tiene.
En síntesis todas formas de enmascarar la verdad, hasta creo que ya nadie se soporta a si mismo, por eso tanto ruido, auriculares permanentes con ruido estruendoso que llaman música. No se ve que tenga remedio, sobre todo porque se esconde el problema.
Funciona casi como una droga ¿Qué pasará si se produce una crisis de abstinencia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario