Insistir en lo mismo cansa al que escribe y al que lee, es por eso que cuando los seguros quieren instalar pararayos en las playas que de movida le chingaron al nombre: no paran los rayos los atraen y otros pretenden parar la inflación emitiendo billetes falsos de curso supuestamente legal: los EVITA, evita tenerlos dicen, en tres o cuatro modelos distintos.
Cuando descubrimos que nuestras queridas pirañas tienen otras habilidades cuando escasea la comida, es prudente conocerlo puede ser complicado sumar pirañas, rayas, escorpiones, delincuentes, y viudas satánicas.
Creo que bien vale la pena recurrir al archivo y usar los diarios para envolver huevos o evitar que se salpique el piso de la cocina la cocina.
Vayamos por partes, todo tiene sabor para el que tiene paladar negro.
Hoy de destruye Roma:
In vino veritas Plinio el viejo
En el vino esta la verdad, no se sabe si lo escribió por su fatal experiencia en el Vesubio o por alguna feliz comprobación anterior.
¿Qué hacer? ¿Escaparse al campo? ¿No ir al colegio? ¿Desertar oficinas? En una virtual cuenta regresiva, reina la psicosis por el 11 de mayo -es decir, mañana-, día en que, según una leyenda metropolitana, Roma sería devastada por un terremoto de magnitud desconocida, pero que provocaría tanto el derrumbe del Coliseo como de la cúpula de San Pedro, arrasando a la ciudad eterna.
Por más que desde el mundo científico se considera esta profecía del 11 de mayo de 2011 un absurdo, algunos se han tomado la cosa en serio.
Mientras el conmutador de Defensa Civil se encuentra atascado por llamados de gente asustada que pide información, algunos han decidido, por las dudas, escaparse de Roma por un día. Según datos aún no oficiales aparecidos en el diario La Repubblica, mañana entre un 15 y un 20% más de empleados públicos se tomará vacaciones con respecto al año anterior. Lo mismo ocurrirá en varias escuelas de la capital, donde muchos niños faltarán debido al efecto contagio sufrido por algunos padres, afectados por el denominado síndrome del 11 de mayo. Ver todo en La Nación
Asi lo anuncio un sismólogo autodidacta, con un largo currículum de aciertos, muerto hace 32 años.
Desde el 21 de Abril del 753 “ad urbe condita” a la fecha ha durado un tiempo importante: 2058 años pese a los reiterados esfuerzos de galos, visigodos, germanos, cartagineses y el SPQR (Senatus Populs que romanus) los más empecinados de todos en demolerla.
Si se lo piensa bien no podemos precisar aquella fecha ni la del nacimiento de Cristo, pero estamos listos a crucificar al sismólogo por haberle errado en horas, días o años.
Recuerdo las sonrisas sobradoras y miradas que se cruzaban cuando allá por el 79 de nuestra era, Cayo Plinio Cecilio Segundo, Plinio el Viejo, general de la caballería y Almirante de la Flota romana, almorzando en la Base Naval de Miceno advertía sobre el inminente estallido del Vesubio simplemente observando y registrando la frecuencia e intensidad de las oscilaciones del nivel del vino en su copa. Queriendo registrarlo todo dejó la vida.
Allá quedaron como mudos testigos de su capacidad de observación los 37 tomos de su Historia natural recopilando todo el saber conocido; escritos recogidos por su sobrino e hijo adoptivo Plinio el Joven y las ruinas fósiles de Herculano y Pompeya.
Al menos tenemos para salir de los cataclismos cotidianos por esta semana y esperar el de los Mayas el año que viene, si Don Hussein Barack Obama u otro genio de su nivel no tienen una idea mejor antes.
Huevada va, huevada viene, nos vamos haciendo una buena tortilla con mucho ajo, cebolla, chorizo colorado y media cucharita de agua para que salga bien “babette,” si hay que irse que sea con una buena ultima comida, que no se le niega a ningún condenado, ¡Ah! y el vino también. En lo posible de Rioja o Bordeaux, como alternativa solo un Borgoña de origen. Si es cuestión de pedir hay que hacer el gasto todo junto, es feo quedarse corto y andar molestando a cada rato: que el pan, el agua o traiga el ánfora, una jarra y déjelas a la mano. Despues puede retirarse hasta que lo llame. A la hora de comer hay mozos o sirvientes que por parecer atentos y serviciales, resultan más molestos que las moscas.
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