Concepto sólido, pesado y profundo si lo hay, que debiera estar en los cimientos de todo gobierno, pero la moderna filosofía política lo erradicó, hoy se gobierna por suma de supuestas voluntades o delegaciones en quien no sabe que es ni como se ejerce.
Podría ser una charla de café, pero no, ocurrió en Sevilla a principios del 1212. Vale la pena resucitar el relato y para ello lo primero es ambientarlo con escenario y decorados.
Los triunfos del califa almohade Muhammad Al-Nasir, lo hicieron irse de boca y desafiar no solo a todos los reinos de España sino de Europa y prometer no detenerse hasta abrevar sus caballos en San Pedro de Roma.
Estando la guerra de exterminio en puerta todos se movieron, unos por débiles y bocadillos fáciles, otros especulando con sacar tajada, muchos por la Fe y otros tantos por aquello de a rio revuelto ganancia de pescadores; poco importan los porque, cada historiador o escritor los ve con su propia lente.
Los actos pertenecen al juicio de los hombres, las intenciones están reservadas a Dios.
Sevilla hervía de moros ansiosos de ir al frente sabiendo que tenían solo dos alternativas, volver victoriosos o ser recibidos en la otra vida por las huríes del Profeta, fuese una u otra un futuro mejor que el presente.
En el norte, Castellanos, Leoneses, Astures, Bizkainos, Alaveses, Aragoneses y Navarros gastaban caballos y caminos con mensajeros y embajadas.
Bullían villas y consejos armando a sus hombres para sumarle lanzas al rey o al señor, era parte del trato ancestral que ligaba a príncipes y vasallos: tu nos proteges y nosotros vamos a la guerra con vos;dándole estabilidad al sistema, hasta que el autoritarismo hizo trizas el pacto.
Un noble moro Ibn Wazir mata penosamente su tiempo en la espera; sus siervos para congraciarse buscan entre poetas y jóvenes cultos que vagan por Sevilla alguno capaz de departir con su amo y encuentran a Mutarraf, un joven que inmediatamente cuaja con el señor, estando el tablero y las piezas de ajedrez sobre la mesa, el tema se impone por si mismo
Lo cierto es que he practicado mucho este juego dice el noble y para asombro de su nuevo amigo concluye: cuanto más lo conozco más me convenzo que parte de un error tremendo.
-¿Qué dices señor?
- Solo mira la disposición de las piezas en el tablero Los peones protegen al rey a la reina, alfiles caballos y torres, una grosera inversión del principio de autoridad.
Es el rey la autoridad y quien debe proteger y garantizar la vida y bienes de sus súbditos aún a costa de la suya.
Los privilegios no son parte de la autoridad solo una consecuencia necesaria para ejercerla, a mayor servicio mayor autoridad.
Me asombra la pureza ortodoxa de vuestras convicciones dice Mutarraf, seguramente habéis leído la Anábasis de Jenofonte
- La conozco pero nunca la he tenido ¿a que te refieres?
- Cuando griegos y persas se encuentran tratando de escalar una colina para tener una mejor posición defensiva y Jenofonte a instancias de un soldado raso baja del caballo, se desembaraza de las vestiduras de su rango y con solo escudo y lanza sube a la carrera sin privilegios para dar ejemplo a sus hombres.
- Exacto, la autoridad se tiene y se gana a cada instante o se pierde y ese es el error del ajedrez.
Hay hombres que tienen privilegios de niños o porque los heredaron sin haber hecho nada por merecerlos y creen tener autoridad.
- ¿Lo dices por alguien? Pregunta Mutarraf
Calla y duda un segundo el noble, finalmente responde, por nadie en particular, en su momento se verá.
El príncipe que no ha servido a sus hombres y solo comprado su adhesión no puede esperar ser servido cuando la vida está en juego. Cuando los cristianos penetren nuestras líneas y sus flechas lanzas y espadas hagan una carnicería se verá que todo el dinero gastado en comprar adhesiones no sirve de nada.
Se hizo un espeso silencio que lo decía todo entre ambos. De momento era solo una opinión meditada que pocos meses después se haría realidad.
No es mi mérito pensarlo, es lo que corresponde a poco que se reflexione; los hombres del desierto poseemos dos cosas que pocos tienen y compensan otras carencias, extensas arenas cambiantes sin caminos y tiempo para ser pacientes y meditar. Si algo es falta gravísima entre nosotros es ir contra nuestra propia naturaleza.
Ved esta espera interminable en Sevilla, no es para enervarse o enloquecerse, es para meditar sobre lo que se hará y como obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo y costo.
Finalmente vale el preludio porque los almohades no alcanzaron el Pirineo, no entraron en Francia y ni en sueños se acercaron a Roma; triplicando a los cristianos en número fueron aniquilados el 16 de julio de 1212 en las Navas de Tolosa por la conjunción de dos factores: las disidencias y resquemores de los moros ante el autoritarismo y soberbia de su califa Al Nasir y que los reyes y señores de Navarra Castilla, Aragón y Bizkaia no mandaron al frente a sus tropas a batirse por ellos sino que con sin igual furia cargaran al frente arrasando toda resistencia.
Un ejercicio de autoridad que determinó el principio del fin de la ocupación de Hispania que tres siglos después concluiría con la caída de Boabdil de Granada otro
fantoche sin autoridad. Contemporizadores y autoritarios se reparten culpas en las más cruentas guerras del mundo antes y ahora.
La historia relatada en personal versión libre forma parte del libro Las Navas 1212, de Francisco Rivas en su versión e-book que puede obtenerse en esta dirección www.epubgratis.me
y es de imperiosa actualidad por eso la escribo invitando a la reflexión.
Para quienes no somos hijos del desierto la paciencia es también una virtud y el concepto de autoridad es el mismo.
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