Este donde este parado es un magnifico articulo que debe leerse
Lamentablemente a fuerza de sembrar odios, frustraciones, resentimientos e injusticias nos encaminamos a iniciar un periodo de desmesuras nunca imaginado en estas tierras o acaso estamos inmunizados a la posibilidad de ser Líbano, Siria, Kosovo, Irak, Afganistán, etc.
Desmesura es lo que hemos tenido en política, economía, deportes y reacciones sociales.
Una desmesura bipolar, de estar condenados al éxito a la autoflagelación sin escalas, de ser campeones mundiales pasamos a ser la escoria del universo, del piquete furibundo a la represión excesiva, en un camino pendular que solo sabe de equilibrios después de gritos y susurros.
Desmesura fue fusilar a Liniers y asesinar a Moreno; desmesura fue ejecutar a Dorrego y envolvernos en guerras civiles, a su vez plenas de desmesuras, degüello, exacciones y más fusilamientos. Desmesurado fue el cuchillo mazorquero y la represión después de Caseros; seiscientos soldados del regimiento Aquino prolijamente colgados de los árboles en el camino del Bajo.
Desmesurada fue la gesta de los caudillos federales y la muerte del Chacho Peñaloza, lanceado después de haber entregado su facón, la única arma con la que contaba.
La segunda mitad del siglo XIX es una sucesión de revoluciones y su respectiva represión, difíciles de enumerar y más difíciles aun de entender. La Revolución del ’80 por la capitalización de Buenos Aires costó 3.000 vidas.
Una desmesura excesiva para un tema que años después a nadie le importaba.
Los excesos del anarquismo aparejaron una respuesta armada de los gobiernos constitucionales.
Siempre se habla de las muertes en forma violenta de los presidentes norteamericanos; pues acá no llegaron a asesinarlos porque los ácratas usaban armas de pésima calidad. Tanto a Sarmiento como a Quintana, a Figueroa Alcorta y a Victorino de la Plaza los intentaron matar.
Ante Quintana, un anarquista español gatilló dos veces su revólver frente al presidente. El arma se atascó. Quintana continuó su camino sin inmutarse, mientras apresaban al fallido magnicida.
Las desmesuras anarquistas (la Patagonia Rebelde, la Semana Trágica, acontecimientos acaecidos durante el gobierno democrático de Irigoyen) le siguió la desmesura del “tiempo de la espada”. El ejército fue árbitro de la política argentina hasta que el entonces coronel Perón (lo de general vino después), ideólogo de las revoluciones que habían llevado al ejército al gobierno, emprendió un período democrático que no careció de desmesuras, tanto en lo económico como en lo social.
Del despilfarro inicial pasó a una ortodoxia extrema (¿Les suena?) mientras promovía el uso del alambre de enfardar para dar cuenta de sus enemigos o quemaba Iglesias. Del marlo mazorquero y el facón restaurador, pasábamos a la picana en las cárceles del régimen y al garrote contra los opositores.
Desmesura fue fusilarlo al Gral. Valle y prohibir la sola mención del tirano prófugo. Desmesurado fue hacerle paros a Frondizi (que pretendía unir los cabos de una política desenfrenada) o liberar tortugas en la Plaza de Mayo, porque el presidente Illia “adolecía” de un exceso de moderación.
El golpe síndico militar del ’66 fue otro ejemplo de los excesos en los que se cae para saciar la dosis nacional de desmesura.
La guerrilla setentista sembró muerte buscando el retorno del general, y cuando éste volvió cualquier excusa fue buena para marcar la diferencia y volver a la adrenalina subversiva. Rucci, Mor Roig y Landaburu son apenas ejemplos.
Los militares agregaron los excesos en la represión y creyeron que la desmesurada gesta de Malvinas los conduciría a la eternidad en el poder. Entonces varios generales y almirantes soñaban ser Perón… pero se equivocaron y debieron sacar las urnas de su larga hibernación para entregar un gobierno que se venía abajo a pedazos.
Apenas le dieron tiempo a Alfonsín a acomodarse en el sillón de Rivadavia cuando se convocó a una huelga general.
El peronismo demostraba una vez más ser un enemigo formidable, camaleónico y resbaladizo, que hoy es de derecha, para mutar a la izquierda sin rubor ni pudor.
En la carrera desmesurada se despilfarraron recursos a cambio de votos, se llenó el país de empleados públicos porque la desmesura inherente al ser nacional no supo ni pudo crear confianza a fin de retener inversiones necesarias para el desarrollo. En un país de desmesuras no hay leyes claras, ni parámetros fidedignos.
“La década ganada” fue ganada por la desmesura, dividiendo la sociedad por excesos pasados, polarizando los reclamos, excediéndose en el gasto público, proclamando logros que no fueron y sembrando discordia con frases altisonantes y pendencieras (Por una cuestión de buen gusto no citaremos ni a Moreno ni a Aníbal Fernández).
Ahora que esa desmesura se les vuelve en contra, después de 10 años de convertir la libre circulación, es un caos y la protesta es su modus vivendi, ahora se acuerdan de pedir cordura y moderación, porque ellos temen ser víctimas de los demonios que han desatado.
Pero ya es tarde, el daño está hecho y la desmesura es parte del gen nacional, porque no se comprendió que un exceso conduce a otro, y a otro, y a otro...
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